Consejo chino clásico para comprender la dualidad, dinámica e inter-transformación entre Yin Yang
Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:
-¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-¿Por qué le llamas desgracia? -respondió el padre. Veremos lo que trae el tiempo…
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
-¡Padre, qué suerte! – exclamó esta vez el muchacho. Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-¿Por qué le llamas suerte? – repuso el padre. Veamos qué nos trae el tiempo.
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.
-¡Padre, qué desgracia! – exclamó ahora el muchacho. ¡Me he quebrado la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
-¿Por qué le llamas desgracia? ¡Veamos lo que trae el tiempo!
El muchacho no se convencía de la respuesta sino que gimoteaba en su cama.
Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo. El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.
La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da muchas vueltas y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno y lo bueno malo. Esta es la interrelación entre Yin Yang. Nada es absoluto, de manera que todo cambia constantemente. En el clásico símbolo Yin Yang, lo blanco se considera el Yang y lo negro el Yin. Fijándonos en este símbolo nos damos cuenta que dentro de la parte blanca hay un circulito negro y a su vez, dentro de la parte negra hay un circulito blanco. Eso simboliza que no todo es 100% Yin ni 100% Yang.
Al no existir ningún concepto puramente Yin o Yang encontramos que un árbol grande es Yang respecto a uno pequeño, pero se convierte en Yin cuando aparece un árbol más grande todavía. Nada en esta vida es GRANDE porque todo depende con qué se compare. Y por el mismo motivo nada es PEQUEÑO.
Pero volviendo a la historia que acabamos de leer, nada es malo ni nada es bueno. Todos los acontecimientos de suerte o desgracia que veía el hijo, son interpretaciones suyas de los hechos. Él mismo juzga si está bien o mal sin tener nada con qué compararlos. ¿»Perder un caballo» es malo o es bueno? La respuesta siempre es la misma: «DEPENDE». Depende de las proyecciones futuras que hagamos de ese acontecimiento. Si te empeñas en ver la parte negativa, perderlo será una desgracia: «No tendremos con qué viajar». Pero ¿qué pasaría en tu vida si te empeñases en ver y valorar solamente lo que ves y no lo que crees que fue o será? Pues que sencillamente ¡desaparecería tu enfermedad!
Aprender esta forma de vida puede durar un segundo o toda una vida. Cuanto antes lo aprendamos, más felices viviremos durante el resto que nos quede.
Atendiendo a la inter-transformación entre el Yin y el Yang, vemos como acontecimientos que parecen malos, de pronto se convierten en buenos. Y viceversa. Al final de la historia el muchacho ve el lado bueno de quedarse en casa con la pierna entablillada al salvarse de ir a la guerra, pero ¿y si al día siguiente se le cae la casa y el techo encima? ¡¡DESGRACIAAAA!! ¿y si al tener la casa destrozada un vecino generoso les regalase una casa más grande? ¡¡SUERTEEE!!
El mundo va girando, el tiempo pasa y llega un momento en el que algo que siempre ha sido YIN se convierte en YANG. Más tarde volverá a ser YIN y más adelante volverá a resurgir su YANG.
Todo YIN se acaba transformando en YANG. Y viceversa.
Nada es 100% bueno, ni nada es 100% malo. De hecho las cosas no son ni buenas ni malas. Las cosas SON y los hechos SUCEDEN y cada uno lo interpreta según la luz de su propia historia.
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